Diócesis de Huejutla
¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!
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P A S T O R A L J U V E N I L
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Objetivo Específico:
OBJETIVO:PROMOVER E IMPULSAR EN LA DIOCESIS DE LOS VALORES DE LA FAMILIA Y UNA FORMACION INTEGRAL DE JOVENES Y ADOLESCENTES, PARA LOGRAR UNA FAMILIA DIOCESANA QUE VIVA LA PRESENCIA DEL REINO DE DIOS.
PASTORAL JUVENIL
El Dios de la vida que ha creado todas las cosas y acompaña a todas sus creaturas a lo largo de su existencia, ha tenido la iniciativa de hacerse presente en el caminar y en la vida de los jóvenes. No quiere dejarlos solos, especialmente en las situaciones más difíciles o cuando creen que estar más alejados. Precisamente en esos momentos, su presencia se hace más visible y cercana.
El relato bíblico de Jacob lo asegura. Escapando de su hermano Esaú y volviendo a su tierra en busca de nuevas posibilidades para rehacer y realizar su vida, tuvo un sueño que lo transformó y lo hizo un hombre nuevo, convencido de la presencia y de la cercanía de Dios en su camino. Sus palabras a Jacob son las que vuelve a repetir hoy a los jóvenes: “Estoy contigo. Te protegeré a donde vayas. No te abandonaré” y las que hacen reconocer a Jacob que “realmente Yahvé está en este lugar y yo no lo sabía” (Gen 28,10).
Es un Dios vivo y verdadero que apuesta por la vida, actúa contra todo lo que la amenaza o la destruye y llama a optar siempre por ella: “Te he ofrecido en este día la vida o la muerte, la bendición o la maldición… elige la vida, para que vivas tú y tu descendencia, amando a Yahvé, escuchando su voz y uniéndote a él, pues en eso está tu vida y la duración de tus días” (Deut. 30,15-20).
La falta de libertad, la fragmentariedad de la vida, la falta de educación y de atención a las necesidades fundamentales a que se ven enfrentados muchos jóvenes, como víctimas del pecado social de un sistema que los considera una estadística y no personas, son también signos de la pobreza. Como los pobres, muchos jóvenes sufren en carne propia la exclusión social y consecu8encias de la creciente brecha entre ricos y pobres. La experiencia del éxodo muestra que Yahvé escucha el clamor de su pueblo (Ex 3,7) y está dispuesto a hacerse presente para salvarlo de la esclavitud de Egipto y hacerlo protagonista de su propia liberación. El Dios de la vida quiere que los jóvenes y los pobres sean hoy los nuevos actores de la historia y una fuerza transformadora de su entorno.
Esta presencia de Dios en el caminar y en la vida de los jóvenes es un llamado para que sean protagonistas de su plan de salvación, para que descubran su identidad de hijos de Dios y respondan comprometiéndose con el proyecto que tiene para su pueblo. Así podrán ir construyendo sus vidas junto con las de todos los demás llamados a caminar hacia el cumplimiento de la promesa. No se trata de un protagonismo triunfalista, sino de un protagonismo de servicio a la vida como don de Dios.
Jóvenes protagonistas: pastoral juvenil
Los jóvenes llamados por Dios para ser protagonistas de momentos importantes de la historia de la salvación, vivieron en una sociedad que les daba poca participación, donde les era muy difícil expresarse y ser escuchados: “si eres joven, habla solo cuando sea necesario” (Ecl 32,7). Generalmente, no eran considerados más que la mano de obra casi siempre gratuita y muchos de ellos fueron víctimas de los conflictos y de las guerras entre naciones vecinas:” ¡Escuchen pueblos todos y contemplen mi dolor: mis jóvenes han sido llevados cautivos… Ya no se escuchan sus canciones juveniles! ” (Lam 1,18; 5,14). Sin embargo, fueron capaces de responder y cumplir la misión que se les confiaba.
Los jóvenes que Dios llama hoy a ser protagonistas de las luchas de su pueblo, tampoco escapan a los problemas y sufrimientos del mismo. Sus actitudes de valentía, fidelidad, amor y generosidad se entremezclan muchas veces con actitudes de miedo, duda, egoísmo, tentación de abandono y postergación.
“Numerosos jóvenes de hoy desean ser protagonistas de la evangelización y artífices de la renovación social… Hay que orientar sus cualidades y su capacidad creativa hacia el objetivo más elevado que puede atraerlos y entusiasmarlos: el bien de la sociedad, la solidaridad con todos los hermanos, la difusión del ideal evangélico de vida y de compromiso concreto en bien del prójimo y la participación en los esfuerzos de la iglesia para favorecer la construcción de un mundo mejor”. Es por eso que la iglesia le encomiendo a la pastoral juvenil acompañar a los jóvenes y formarlos para que sean fermento y factor de cambio en el mundo.
La palabra Pastoral se deriva de la palabra “Pastor”, por tanto podemos decir que PASTORAL ES LA ACCIÓN DEL PASTOR. Jesús se da a si mismo este título “yo soy el buen pastor” (Jn 10, 11). Cristo es maestro, pastor y pontífice”. Con el término pastoral no referimos al conjunto de acciones de la comunidad eclesial que, animada por la práctica de Jesucristo sacerdote y pastor, busca construir el reino de dios en las situaciones concretas de la vida delos hombres. Los jóvenes debemos formarnos como discípulos de Jesucristo para posteriormente ser apóstoles, es decir ser colaboradores del pastor.
Tomando en cuenta lo que menciona aparecida sobre que la educación católica procura transformar mediante la fuerza del evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los pintos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de la vida de la humanidad que están en contraste con la palabra de Dios y el designio de salvación. Entendemos entonces por pastoral de juventud; toda acción organizada de la iglesia para acompañar a los jóvenes a descubrir, seguir y comprometerse con Jesucristo y su mensaje para que, transformados en hombres nuevos, e integrando su fe y su vida, se conviertan en protagonistas.
La Biblia: El libro que cambió el mundo
El libro que cambió el mundo
La Biblia: literatura viva que no pasa
A veces nos preguntamos: ¿Cuál será el libro más vendido del mundo entero, el traducido al mayor número de idiomas? ¿Cuál será el best seller universal de todos los tiempos? ¿Cuál es el libro que más ha influido en la historia de la humanidad? La respuesta sorprende a muchos: ¡La Biblia!
Sí, la Biblia, ese libro grueso que figura en las estanterías de nuestros padres, ese libro que adorna las bibliotecas de muchas familias españolas, del que oímos hablar en la escuela, en la catequesis, ese libro que millones de personas siguen leyendo día tras día en nuestra época.
La Biblia se nos ha hecho tan cotidiana como el techo de nuestra casa. A fuerza de vivir bajo él hemos olvidado hasta el color de que está pintado. Así nos sucede que vivimos llenos de preguntas y ni se nos ocurre abrir aquellas páginas en las que podríamos encontrar respuestas, como un sediento que se muriera de sed junto a una fuente, sin acercarse a ella por temor a que sea un espejismo.
Buscamos respuestas en las páginas de los diarios, de las revistas, de la televisión esperando que en alguna ocasión nos expliquen por qué sufre el hombre, por qué miles de niños mueren de hambre cada día o qué hemos venido a hacer sobre esta tierra. Y lógicamente la respuesta nunca llega. A través de la pequeña pantalla nos dan los resultados del fútbol, de unas elecciones o de las quinielas; pero no la clave de nuestra vida. Ésta puede escucharse en el silencio, en el interior de nosotros, donde suena y retumba la palabra de Dios para quien no se encuentra taponado de frivolidad sus oídos.
André Frossard escribía: “Tengo envidia hacia cuantos leen la Biblia por primera vez”. Hasta literariamente hablando es una maravilla. Las bellas y dramáticas páginas de Judit, la figura salvadora de Ester, las historias de Sansón, David, Moisés, que nos impresionan como un cuadro naif. La vida dramática y redentora de Jesús, un HOMBRE-DIOS que resucitaba muertos, calmaba tempestades, curaba enfermos, un hombre que dividió la historia del mundo en dos partes: antes y después de Cristo. Predicaba una doctrina extraña e inconcebible: El Amor a Dios y al prójimo sobre todas las cosas, incluyendo a los enemigos, a los que hay que perdonar, y perdonar de todo corazón, hasta setenta veces siete. Al final, muchos descubrimos que el Cristianismo no es más que la religión del AMOR.
¿Pero significa algo la Biblia para el hombre de hoy? ¿No será residuo de siglos ingenuos, de un tiempo pre-científico? El mismo florecimiento del interés por la Biblia – hecho modernísimo – demuestra que no. El hombre aturdido de hoy es precisamente quien más necesita la palabra de Dios.
Sin embargo, una Biblia viajó en el bolsillo de los primeros astronautas, una Biblia se encuentra en la mesilla de noche de la mayor parte de los hoteles americanos y de muchos europeos. Sobre una Biblia jura el presidente de la nación más poderosa del mundo. La Iglesia ha situado a la Biblia en el centro de todo. La palabra viva de Dios nos sigue acompañado en la vejez, en la soledad, en la desgracia, en nuestras alegrías.
Salvo que la mano de Dios esté en la Biblia, no puede comprenderse que sea la madre de miles de libros en cada época; que su palabra siga rigiendo a la Iglesia y ésta (aunque no le guste a algunos) sigue empapando la cultura, la historia, y la vida de todas las naciones cristianas y de muchas que no lo son. Pasan reyes, pasan gobiernos, pasan ideologías y la palabra de Dios continúa haciéndose vida en el corazón de millones de hombres y mujeres. “El cielo y la tierra pasarán pero mis palabras no pasarán”. Son palabras de Jesús.
¿Existe alguna página más noble, hermosa y humana en el mundo que el Sermón de la Montaña? ¿Puede explicarse que durante 2.000 años cientos de miles de hombres y mujeres dediquen toda su vida a Jesús y muchos den su vida por Él? ¿Qué tenía ese hombre? ¿Pero, era un hombre?
La lectura de la Biblia es toda una aventura del espíritu. Entre sus páginas nos espera Dios. No para contarnos una historia muerta, sino para interpretar nuestros problemas vivos. Su palabra, si la escuchamos, si la vivimos, dará sentido a nuestra vida, nos orientará en nuestro quehacer diario, nos dará la paz que tanto ansiamos en el vertiginoso mundo actual, donde muchas personas hartas de escuchar simplezas en tantos medios de comunicación, se vuelven, una vez más, a Cristo.